Este mes de septiembre he realizado un viaje a Alemania, a la ciudad de Stuttgart, que es donde vive mi hija Esther.
He ido para estar en la fiesta de mi nieto Marc para celebrar que empieza en la escuela primaria. Es una tradición de muchos años atrás que les hacen a los niños antes de empezar el primer curso de primaria. Fue muy bonito. Los niños lo pasan muy bien. Les hacen unos cucuruchos de papel que son más grandes que ellos. Mi hija le hizo uno a Marc que era precioso, decorado con cosas de fútbol. Después se lo llenan de regalitos y lo pasan bomba. El director del colegio habló mucho a todos los familiares que había en la sala. Yo no entendía nada, pero mi hija me lo iba traduciendo.
También ha coincidido mi estancia allí con la “fiesta de la cerveza”. En Stuttgart es una fiesta grandísima y el recinto de la fiesta es impresionante. Hay unas carpas que ni lo imaginas lo grandes que son. Y tan llenas de gente que beben jarras de cerveza enormes, comen, cantan y ríen a rabiar. Y además, hay todo de atracciones de feria donde los niños se lo pasan en grande. Yo si no lo veo, por mucho que me lo habían dicho, no hubiera creído lo grandísimo que es y la gente que llega a haber.
Aparte de eso, también tengo que decir que Stuttgart me gusta mucho. Tiene muchos parques muy verdes y es un encanto pasear por ellos. También la economía del país es muy distinta a la nuestra. Yo me he dado cuenta cuando hemos ido a comprar: muchas cosas están incluso más baratas que aquí y ellos ganan bastante más que nosotros y hay bastante menos paro.
Bueno, esto es un pequeño apunte de lo que a mí me ha parecido ir a Alemania. De todas maneras, aclaro que yo voy porque tengo a mi hija. Menos a ellos, no entiendo a nadie. No entiendo ni pizca de alemán y además me gusta estar mucho aquí en Cataluña ya que, aunque soy andaluza, me siento integrada como si fuera catalana.
Carmen Saavedra Huertas
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